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                        LAS ERAS GEOLOGICAS DE LA TIERRA

 EL  ORIGEN DE LA HUMANIDAD Y PROCESO DE HOMINIZACION - HOMINIDOS

miércoles, 5 de enero de 2011

MYOTRAGUS BALEARICUS

Un mamífero 'reptiliano' vivió aislado en Baleares


Un bóvido del plio-Pleistoceno que habitó en las islas Baleares, llamado 'Myotragus', ralentizó el ritmo de su metabolismo hasta el punto de funcionar como un organismo reptiliano para ahorrar recursos energéticos y, así, poder sobrevivir en un entorno en el que escaseaba la comida.
Es el primer caso de 'mamífero-reptiliano' que se conoce y su estudio, por parte de dos investigadores del Instituto Catalán de Paleontología, acaba de ser galardonado con el Premio Internacional Paleonturología 10, que concede la Fundación Dinópolis.

Esqueleto de Myotragus de Baleares. |EL MUNDO

El trabajo, publicado en la revista 'Proceedings of National Academy of Science' (PNAS), logró precisar la estrategia evolutiva seguida por el 'Myotragus', una especie de cabra primitiva que vivía aislada en las islas desde hace unos 6.000 años, cuando llegó hasta allí al bajar el nivel del Mediterráneo.
Esta cabra se encontró en un medio ambiente en el que no tenía depredadores, lo cual era una ventaja, pero tampoco disponía de mucha vegetación para alimentarse, lo cual era un grave inconveniente.
Salvador Moyà-Solà, uno de los dos firmantes del trabajo en PNAS, con Meile Kölher, del mismo Instituto, explica cómo estos dos factores afectaron a su organismo: "La evolución diseñó un mamífero adaptado al ahorro energético para que pudiera sobrevivir, y lo consiguió hasta que llegaron los humanos y acabaron con ellos, hace unos 3.000 años".
El 'Myotragus', por selección natural, fue reduciendo su cerebro, hasta llegar la ser la mitad del de otras cabras de la Península de un tamaño similar. Este cambio afectó a su capacidad de visión o de audición, mucho más reducida, pero tampoco eran sentidos que necesitara agudizar porque no había depredadores de los que avisar.

Las cabras caminantes

Tampoco corrían, sino que caminaban. De hecho, sus patas eran cortas y tenía fusiones entre sus articulaciones que le impedían el galope, otra forma de ahorrar energía.
Los investigadores averiguaron, mediante el estudio de los fósiles de este animal, que son abundantes en las Baleares, que el ritmo del metabolismo de los 'Myotragus' era, además, mucho más lento en su crecimiento que el del resto de los mamíferos, tanto que tardaban en conseguir la madurez hasta 12 años. "Era un mamífero de sangre fría, un mamífero-reptiloide, y es un caso único. No se conoce otro igual, ni ahora ni en el pasado", asegura Moyà-Solà.
Esta sofisticada adaptación se convirtió en su peor enemigo cuando llegaron los humanos modernos, dado que, con mala vista y oído y sin correr, eran presas muy fáciles de cazar. Hace 3.000 años acabaron por extinguirse, según se desprende de los registros paleontológicos.
El jurado de la Fundación ha valorado el detallado estudio del tejido óseo del bóvido y su estrategia de crecimiento, que fue elegido entre los 17 artículos científicos participantes en la convocatoria.
Lo primero que llama la atención de este animal es su cabeza. Los ojos no estaban dirigidos hacia los lados, como ocurre en todos los mamíferos herbívoros, sino hacia el frente, otorgándoles una visión estereoscópica mandíbula inferior presentaba dos incisivos de crecimiento continuo (como ocurre en los roedores y lagomorfos, pero raramente en los ungulados), mientras que la superior carecía de ellos. El resto de dientes eran molares y premolares adaptados a la trituración de materia vegetal. El morro era corto en comparación con el resto del cráneo, dándole un leve parecido con los conejos y las liebres. Por último, ambos sexos presentaban en lo alto de la cabeza dos cuernos muy cortos, aunque probablemente el recubrimiento córneo los hacía bastante más largos que las bases óseas. (con toda probabilidad, la vista era su sentido principal). La
Myotragus presentaba un tamaño corporal bastante pequeño, unos 50 centímetros de alzada y entre 12 y 15 kilos de peso. Las patas eran proporcionalmente más cortas que en otros bóvidos emparentados y menos flexibles, lo que no debía hacerlos excepcionalmente rápidos. Esto no era un problema grave porque en las islas en que habitaba no existían depredadores salvo algunas aves de presa, a las que sin duda tratarían de dar esquinazo ocultándose entre la vegetación antes que por medio de la huida. Sobre los hombros presentaban una joroba poco pronunciada, mientras que el lomo estaba arqueado en los cuartos traseros. Las patas, al igual que muchos artiodáctilos, tenían cuatro dedos de los que sólo dos se usaban para caminar. La cola era bastante larga en relación al resto del cuerpo.

Alimentación



Reconstrucción del Myotragus balearicus
Los restos fósiles y subfósiles de Myotragus balearicus indican con total seguridad que este animal era un ramoneador, como las cabras actuales. Se alimentaba de toda clase de vegetación arbustiva y ramas bajas de los árboles típicos del clima mediterráneo, si bien sentía una especial predilección por el arbusto balear. Los yacimientos de Mallorca y Menorca, así como la ausencia de animales pastadores, parecen indicar que las primitivas Baleares estaban cubiertas totalmente por bosques antes del poblamiento humano y que no existían praderas herbáceas de tamaño apreciable. En este ambiente, los Myotragus se moverían de forma preferentemente solitaria o en pequeños grupos.

Reproducción

Reconstrucción del Myotragus balearicus
No se sabe gran cosa sobre los hábitos reproductivos de esta especie. En 1999 se describió el esqueleto de un individuo neonato hallado cerca de Manacor, en el noreste de Mallorca. Se trata de una cría bastante grande en relación al tamaño de la madre, que ya podía caminar y seguir a su progenitora al poco de nacer. Es probable que no tardase mucho tiempo en madurar, quizá sólo un año o dos.
El hecho de que la especie conservase los cuernos es un posible indicio de que los machos los usasen para pelear por el derecho a reproducirse, pero la falta de dimorfismo sexual invita a pensar que esta especie no era polígama o, al menos, los machos no reunían "harenes" tras ellos. Dada la poca longitud de los cuernos, los combates, en caso de producirse, debían dirigirse más hacia los costados (como ocurre en muchos antílopes pequeños) que a la lucha cabeza contra cabeza (típica de ungulados de gran tamaño).
El clima mediterráneo es estacional, por lo que es de suponer que el acoplamiento no sucedería en cualquier época del año.

Orígenes

Especies más antiguas adscritas al mismo género que M. balearicus son M. pepgonellae, M. antiquus y M. kopperi, éste último del Plioceno superior al Pleistoceno inferior.
Los caracteres únicos de Myotragus balearicus son consecuencia de un prolongado proceso de evolucióninsularidad. En este tipo de aislamiento, los ungulados tienden a hacerse más pequeñosaumentan de tamaño, como le ocurrió a Hypnomys, el lirón gigante que compartía hábitat con Myotragus) y perder facultades de reacción frente a unos depredadores que son escasos o simplemente no existen. Un claro ejemplo de esto son la pérdida de capacidad para correr a gran velocidad de las patas, la visión estereoscópica (útil para calcular distancias, pero no para descubrir enemigos al acecho) y la reducción proporcional del cerebro, algo que ha sido observado también en el Homo floresiensis. en condiciones de (roedores y lagomorfos, por el contrario,
Los análisis de ADN y los fósiles más antiguos (Plioceno inferior, 5,7 millones de años atrás) de la isla de Mallorca (Myotragus pepgonellae) indican que Myotragus balearicus, a pesar de ser un animal ramoneador, descendía originalmente de pastadores. Los géneros más cercanos a Myotragus son ovinos como el extinto Nesogoral del Plio-Pleistoceno de Cerdeña, el antiguo Gallogoral de Francia (posible ancestro continental de Myotragus y Nesogoral), Ovis (ovejas y muflones actuales) y el Budorcas de las montañas de Asia Central. El último ancestro común de Myotragus y Nesogoral debió llegar a Mallorca y Cerdeña hace unos 6 millones de años, época en que el Estrecho de Gibraltar se cerró y el Mar Mediterráneo se secó hasta reducirse a unos cuantos lagos salados. Posteriormente, la reapertura del estrecho y la entrada masiva de agua salada aisló a las poblaciones de diversos animales en las nuevas islas mediterráneas. De forma paralela, un cambio climático sustituyó la vegetación de tipo subtropical por la actual de tipo mediterráneo, forzando al Myotragus a desarrollar drásticos cambios en su alimentación y dentadura.
Aunque resulte extraño decirlo, Myotragus sólo colonizó inicialmente la isla de Mallorca. En Ibiza, se desarrolló una extraña fauna sin mamíferos terrestres donde las aves y murciélagos eran los vertebrados principales, mientras que en Menorca evolucionó un conejo gigante que cubría el mismo nicho que el Myotragus en Mallorca. Con la bajada del nivel del mar en la Era Glacial, Mallorca y Menorca se unieron y Myotragus sustituyó al gran lagomorfo menorquín. Ambas islas se separaron de nuevo a comienzos del Holoceno.

Extinción

Las diversas dataciones indican que los tres mamíferos terrestres nativos de Mallorca (Myotragus, Hypnomis y la musaraña gigante Nesiotites) desaparecieron en un mismo periodo de tiempo muy corto, durante el tercer milenio antes de Cristo o poco antes. Durante años se ha desarrollado un cierto enfrentamiento entre los científicos que defienden que estas extinciones fueron producto de un cambio climático, y los partidarios de que fueron exterminados por los primeros pobladores humanos de las Islas Baleares. Cada poco tiempo aparecen pistas que apuntan en uno y otro sentido, por lo que la cuestión no puede darse todavía por resulta completamente.
La tesis mayoritaria es la que apunta a una extinción por causas antrópicas. Tradicionalmente se había fechado la primera colonización humana de Baleares hacia el 5000 a. C. o incluso antes, pero la revisión de los yacimientos con métodos de datación modernos indican claramente que no hubo presencia humana anterior al 3000 a. C., por lo que los primeros baleares serían los portadores de la cultura pre-talayótica (3000-1400 a. C.). La fecha es, desde luego, realmente sospechosa, pues se solapa muy estrechamente con la rápida decadencia de las tres especies.

Los primeros baleares tenían una cultura neolítica, aunque seguían viviendo en cuevas. En éstas se han encontrado enormes cantidades de restos óseos de animales, especialmente Myotragus, con señales evidentes de haber sido descuartizados y consumidos por humanos. Lo más sorprendente es que no todos los Myotragus llegaron muertos a las cuevas, sino que hay indicios de que muchos de ellos fueron mantenidos durante un tiempo allí, y también muchos de ellos tienen los cuernos recortados y cicatrizados después: Un indicio claro de que estaban siendo objeto de un intento de domesticación. El por qué del fracaso de éste se debió probablemente a que los Myotragus no se reproducían en cautividad o al menos a una velocidad adecuada, pues en las cuevas sólo hay restos de ejemplares adultos.

La caza, el fracaso de la domesticación y la introducción de animales domésticos como cabras (que competían con el Myotragus por el mismo alimento), vacas y ovejas (y en consecuencia, la aclaración de los bosques para darles lugares donde pastar) y perros y cerdos (que pudieron depredar sobre el Myotragus en caso de asilvestrarse) fueron las causas que llevaron probablemente a este animal a la extinción.

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El myotragus, la extinta cabra balear, tenía el metabolismo de un reptil

Esta cabra balear de hace 5.200.000 años, tenía una fisiología semejante a la de los reptiles, lo que, como ellos, le permitía ralentizar su metabolismo en épocas de «vacas flacas», como los inviernos duros, en los que hay poca comida, y perdurar durante mucho más tiempo que sus congéneres en el continente. Sorprendentemente, el corte de sus huesos descubre unos anillos (como ocurre con los árboles) que revelan su edad hasta la madurez sexual. Es la primera vez que los científicos comprueban semejante característica en un mamífero. Nunca se había visto nada igual. «Esas cualidades sólo se conocen en animales como los cocodrilos», admite Meike Kölher, investigadora del Instituto Catalán de Paleontología y principal responsable del estudio, que se publica esta semana en la revista Proceedings of the national academy of sciences (PNAS).

Los paleontólogos iniciaron su estudio tras preguntarse cómo era posible que esta especie, parecida a la cabra y de 14 a 30 kilos de peso, cuyos restos se localizaron a principios del siglo XX, pudiera haber vivido en un área tan pequeña como una isla -lo que supone escasez de recursos- desde el Prioceno superior (hace cinco millones de años), hasta hace apenas 3.000 años, cuando se extinguió debido a la llegada del Hombre a su entorno. Entonces, simplemente, «nos los comimos», reconoce la investigadora. No les dimos tiempo a reproducirse.

Huesos con anillos
La respuesta a su larga supervivencia hasta la llegada del Hombre, según los científicos, es que la cabra, como los reptiles, podía fluctuar su temperatura corporal y ajustar su metabolismo a las características de las Baleares. «Como no había depredadores, la población de myotragus crecía y la isla se llenó de estos animales», explica la experta. Los recursos eran limitados, así que los animales reservaban energía y limitaban su crecimiento en los períodos en los que faltaba comida, como los inviernos. Por eso tenían un cerebro muy pequeño, -«la mitad de lo que le corresponde a un animal de su tamaño»-, un órgano que consume muchísimos recursos.


El myotragus, la extinta cabra balear, tenía el metabolismo de un reptil
Imagen del corte de los huesos del myotragus / PNAS
Los investigadores realizaron un análisis histiológico de los huesos del animal y comprobaron que se parecían mucho a los de un reptil. El corte del hueso muestra una serie de anillos que revela la edad y el desarrollo de la vida del animal, como ocurre con los árboles y es «típico de los reptiles», dice Kölher. Pero en este caso, los anillos dejan de formarse cuando la cabra alcanza su madurez sexual, la edad de reproducción, que era a los doce años. «Esto es muchísimo, un caso muy raro en un bicho de ese tamaño, especialmente si tenemos en cuenta que la oveja doméstica entra en su vejez sexual a los seis años», explica la investigadora a ABC.es . «Sólo los orangutanes, chimpancés o animales grandes como el elefante empiezan a reproducirse tan tarde». Aunque se desconoce la longevidad exacta del animal, «si tenemos en cuenta su edad de reproducción, podía llegar a ser muy viejo».

ESLABON PERDIDO DEL MYOTRAGUS 
Tres días enteros metidos en una cueva laberíntica, la más grande de Europa, han dado para un jugoso botín: un Myotragus entero de hace dos millones de años que pertenece a un estadio evolutivo situado entre dos especies perfectamente clasificadas. Un eslabón perdido en la evolución de este animal que vivió de manera exclusiva en la prehistoria de la isla.
Un grupo de paleontólogos del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA) ha sacado de una pieza el esqueleto de un ejemplar de la cabra-rata extinta hace 5.000 años en Mallorca y Menorca. El refugio que ha mantenido casi intacto este tesoro: la Cova des Pas de Vallgornera (Llucmajor), una rareza geológica en todo el mundo comparable a la cueva Lechuguilla, en Nuevo México. El estado de conservación de los fósiles extraídos es tan óptimo que los científicos aún se hacen cruces.
La expedición partió rumbo a esta gruta de 65 kilómetros topografiados el pasado 28 de mayo con la finalidad de extraer los huesos de fauna que se encontraran en una aislada y remota galería de la cueva bautizada como Tragus. Los investigadores tomaron la decisión de bajar a la gruta una vez analizadas las fotografías de la galería que hace varios años les hizo llegar un grupo de espeleólogos de la Federación Balear habituales en Vallgornera.
El material extraído es cuantioso: quince bidones de huesos de siete litros cada uno. Visto lo cual, queda mucho trabajo por delante. De momento, sólo se ha limpiado y catalogado una caja que el paleontólogo del IMEDEA Pere Bover muestra a DIARIO de MALLORCA. Un cráneo con cuernos, dos mandíbulas, huesos de patas y otros más pequeños, probablemente de pájaros, están en bolsitas de plástico. El Myotragus que ahora examina el científico bajo el microscopio pertenece a una especie que se encuentra a medio camino entre el Myotragus antiquus y el Myotragus kopperi. Un eslabón perdido en la cadena evolutiva de la cabra-rata. De momento es lo que se conoce con cierta exactitud sobre el animal, pues el proyecto alcanza ahora la fase de laboratorio. "Es el ejemplar más antiguo conservado que tenemos. Hay restos de especies anteriores [Myotragus palomboi y Myotragus pepgonellae], pero algo tan entero y completo como el de Vallgornera, no. Es importante porque podrá darnos más pistas sobre el patrón evolutivo y la anatomía de este animal que convivió con el hombre pero que desapareció poco después", expone el científico, director de la excavación. Hace justo 1,8 millones de años –el mismo tiempo que tiene el ejemplar de Myotragus hallado– que esta cabra-rata se extendió a la isla de Menorca coincidiendo con la glaciación del Cuaternario. "El nivel del mar bajó muchísimo y se formó un enorme puente de tierra entre las dos islas que debió ser atravesado por la especie mallorquina, que finalmente arraigó en Menorca", observa Bover.
Bajo el microscopio, el especialista detecta una mancha pardusca en la mandíbula de la pequeña bestia. A pesar de tener dos millones de años, las huellas de una fuerte infección en la dentición no se han borrado. Por esta misma lupa pasarán otros fósiles extraídos de la gruta: restos de pájaros, de ratas cellardas, de murciélagos, de musarañas, de sargantanas y otros reptiles o anfibios. "Son restos muy antiguos que igual pueden dar lugar a descubrimientos de animales que no conocemos", añade Bover. De momento, los fósiles se quedarán en depósito en el IMEDEA y estarán a disposición de la comunidad científica y para posibles exposiciones públicas cuando se hayan terminado los estudios pertinentes.
La galería Tragus, riquísima en material, es como una "instantánea" de la historia de Mallorca de hace dos millones de años. Sólo un milagro de la naturaleza podría explicar que una galería cavernosa de entre 250 y 300 metros lineales quedara atrapada en el tiempo. "Creemos que la otra entrada a la cueva, la más cercana a esta galería, quedó sellada hace millones de años por un desprendimiento de tierra", conjetura el científico. Un cementerio de fósiles donde aún queda otro Myotragus entero, cubierto por una capa de colada, y cientos de restos enterrados bajo otra manto de sedimentos que podrían dar para investigaciones posteriores. "Los dejamos allí porque no teníamos con nosotros la tecnología adecuada para extraerlos sin que se rompieran. No se puede bajar hasta ese lugar con un martillo compresor, no se puede tirar un cable de electricidad porque hay agua en la cueva", justifica Bover.
A día de hoy puede afirmarse que la mayor parte de ejemplares de Myotragus que se conservan pertenecen a la especie balearicus, que cronológicamente es la más reciente. Sus fósiles están repartidos por distintos lugares del mundo: el Museu Balear de Ciències Naturals (Sóller), Maó, Ciutadella, Sabadell, Nueva York e incluso Washington. Las razones las revela Bover: "El investigador neoyorquino William Waldren, que excavó mucho por la isla, dispersó mucho material de Myotragus en los años sesenta, cuando no existían normativas sobre los materiales arqueológicos hallados en yacimientos".

La bajada a ´Tragus´

Más complicado que Waldren, que escarbó en terreno accesible, lo tuvo la aventura científica a Tragus. Cuatro científicos enfundados en trajes de neopreno se citaron el pasado día 28 en la entrada de Vallgornera. Eran los paleontólogos del IMEDEA Josep Antoni Alcover, Àlex Valenzuela y Pere Bover. Carl Mehling, director de colecciones de fósiles del Museo de Historia Natural de Nueva York, se unió a una expedición que iba a durar tres días con sus dos pernoctaciones en el interior de la cueva. El apoyo iba a venir de la mano de Guiem Mulet, presidente de la Federación Balear de Espeleología, que puso capital humano a disposición de los investigadores. Toni Merino, Anders Kristoferson, Toni Mulet y Manolo Luque, que se conocen la gruta como la palma de la mano, fueron quienes guiaron a la troupe.
Cargados de provisiones, ropa seca, agua y algunas herramientas, el primer reto fue nadar durante cuarenta y cinco minutos seguidos hasta una explanada, donde iba a instalarse un campamento. Cinco horas por delante hasta alcanzar el ´cementerio´ de los restos. Obstáculos por el camino, muchos: grandes piedras, estalactitas, estalagmitas, un suelo de cristal de calcita (protegido con una pasarela de PVC que tuvieron que instalar) y huecos muy estrechos, agobiantes, que llegaron a provocar fatiga y claustrofobia en un miembro de la correría: el americano Mehling. "Creo que se comió excesivamente el coco con que tenía que salir de aquel espacio", relata Mulet, quien apunta que además de ostentar una buena forma física es necesario cierto entreno psicológico para embarcarse en aventuras de este tipo. Dos médicos de la empresa SSG que también bajaron hasta el fondo de la gruta atendieron a Mehling. La recogida de materiales fue a mano, con pinzas, un pequeño punzón y un escalpelo muy fino para arrancar algunos restos incrustados en la roca. Un trabajo de orfebrería con el que fueron llenando quinces bidones que iban siendo extraídos por un grupo de voluntarios que ordenadamente entraban y salían de la cueva. Retirar todos los fósiles les llevó tres días (28, 29 y 30 de mayo) con sus respectivas noches. "Dormíamos en sacos de dormir, procurábamos tener siempre ropa seca, porque hacía mucha humedad allí dentro", recuerda Bover. Hubo tiempo para que toda la expedición se sentara a manteles y gozara del momento único que estaban viviendo. Pese a "pasarlas canutas" en algún momento, ninguno de ellos sucumbió al cansancio ni a la histeria de saberse aislado y sin cobertura.
Un reto así podría servir de inspiración a los realities televisivos sobre supervivencia, con la única diferencia de que éste era totalmente gratis: nadie de la expedición Tragus cobró por jugarse la vida y apenas se recibió maná por parte de las instituciones públicas, a pesar de conocerse a la perfección los objetivos científicos que había detrás de todo el operativo.
Todos los implicados repetirían. Que lo hagan o no es una cuestión que ahora depende de los resultados que arrojen las muestras obtenidas durante tres días claustrofóbicos en un decorado natural de formas hipnóticas.

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