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                        LAS ERAS GEOLOGICAS DE LA TIERRA

 EL  ORIGEN DE LA HUMANIDAD Y PROCESO DE HOMINIZACION - HOMINIDOS

lunes, 3 de enero de 2011

Tiempos históricos y tiempos prehistóricos


GENERALIDADES
Tiempos históricos y tiempos prehistóricos
Llamamos tiempos históricos aquellos en que el desarrollo de la actividad humana ha llegado hasta nosotros a través de textos escritos. Toda la enorme etapa en la cual la humanidad ha vivido sin historia escrita es estudiada por la Prehistoria, representando un espacio de tiempo infinitamente más largo que aquél relatado por los textos históricos escritos.
Pero no en todas partes la historia comienza al mismo tiempo, habiendo entrado en el teatro histórico unos pueblos antes que otros.
De Egipto, por ejemplo, tenemos noticias históricas escritas desde el IV milenio antes de J. C. El norte de África ha entrado en la historia a raíz de las colonizaciones y guerras de los pueblos mediterráneos clásicos; los púnicos primero y luego los griegos y romanos. Los países de más al interior, sólo con la islamización comienzan a tomar contacto con la Historia, y de una manera imprecisa. Por esta razón al tratar de la Historia del Sáhara occidental, el último territorio ocupado totalmente por los europeos y el más aislado siempre, el capítulo correspondiente a su Prehistoria, casi llega hasta los tiempos modernos, siendo navegantes, comerciantes y conquistadores españoles, sobre todo canarios, los primeros que nos darán noticias concretas del país, y las cartas de navegar españolas recogerán primero que nadie la configuración de sus costas. Así los más antiguos documentos de historia escrita del Sáhara occidental español y francés casi vienen a ser historia española a partir del siglo XIV, cuando los españoles descubren y navegan por primera vez aquellas costas, y sobre todo a partir del siglo. XV, cuando comienzan a conquistarlas.
Antes hay el período de la islamización realizado por nómadas, berberiscos o árabes, cuyo proceso sólo entrevemos a través de tradiciones orales recogidas más tarde por Aben Jaldun y otros. Es una época protohistórica que nos da muy imprecisas noticias, sobre todo acerca de los pueblos saharianos indígenas y del estado cultural en que se hallaban al llegar los primeros musulmanes. Detrás de estos tiempos está la inmensa etapa en que el hombre ha desarrollado en aquellos territorios una vida de la cual hasta no hace mucho no sabíamos nada, y que poco a poco vamos conociendo con la aportación de nuevos datos que estudia la Prehistoria.
Esta ciencia se inicia en el siglo XIX, como ciencia independiente dedicada al estudio del origen y desarrollo de la humanidad, a lo largo de esos rudos y extensos períodos en que los hombres viven sin historia escrita y en los cuales se aborda el sugestivo problema del origen de la especie humana.
El desarrollo de la Prehistoria, ciencia muy moderna, ha sido grande, hasta lograrse la admirable construcción y solidez de sus resultados, cimentados en sus primeras etapas gracias a los datos proporcionados por la Astronomía, la Geología y la Paleontología. Pero, sobre todo, la ciencia que más luz arroja para interpretar los elementos con que trabaja el prehistoriador es la Etnología, ciencia que estudia la vida de los pueblos primitivos que aun viven en etapas semejantes a las que vivieron los pueblos prehistóricos, así como los residuos de esas etapas culturales antehistorias conservadas entre las costumbres y tradiciones de los pueblos y culturas superiores. Gracias a metódicas comparaciones y paralelismos logrados por esa ciencia, hemos podido llegar a formarnos una idea de la vida humana a través de esos largos períodos de tiempo que vieron florecer y desaparecer culturas, sociedades y razas humanas enteras.
La Geología, la Paleontología y la Astronomía en relación con la Prehistoria
De las edades en que se divide la formación y desarrollo de la tierra, sólo la Edad Terciaria, la Cuaternaria y la actual nos interesan en relación con el estudio del origen y desarrollo de la humanidad, ya que hasta el Cuaternario no hay hallazgos seguros de restos humanos, habiendo sido rechazados todos los que se han utilizado hasta la fecha en las discusiones científicas sobre el problema del origen del hombre.
Del Terciario se hacen cuatro divisiones agrupadas en dos etapas. En el Terciario antiguo, o Paleógeno, entran el Eoceno y el Oligoceno. Al Terciario reciente, o Neógeno, corresponden el Mioceno y el Plioceno. Durante el Eoceno, el Mediterráneo era un mar tropical y toda Europa gozaba de un clima óptimo. El ámbar o resina fósil de las orillas del Báltico nos prueba la existencia de grandes bosques de coníferas. Entonces se levantaron grandes cordilleras y se hundieron en el mar trozos de nuestro continente, mientras una fauna de grandes mamíferos ha vivido por todas partes.
El Neógeno ya representa fuertes cambios. Hacen su aparición las estaciones que rompen intermitentemente el clima paradisíaco que había reinado durante el Paleógeno, y anuncian los recrudecimientos climáticos que iban a caracterizar la Edad Cuaternaria. Todavía reinó en estos períodos del Mioceno y Plioceno un clima subtropical con árboles de anchas copas y grandes palmeras, mientras numerosas manadas de mamíferos predecesores de las actuales, como los hipopótamos, rinocerontes y enormes mastodontes, pacían en unión de los predecesores del caballo, entre terribles fieras, cocodrilos y especies de monos cuyos fósiles han sido minuciosamente estudiados por los que buscan entre los simios un entronque de los más primitivos homínidos.
El Plioceno terminó cuando el clima había comenzado a recrudecerse apareciendo las primeras heladas. La flora decrece en esplendor asemejándose en el tránsito al Cuaternario, a la vegetación mediterránea actual. En las altas montañas comenzaron las nevadas a formar los glaciares, y su influencia en el clima, transformando la fauna y la flora, dió paso, sin límites fijos que la vida natural no establece, a la Edad Cuaternaria, que se denomina también Edad Glaciar, Diluvial o Pleistocena.
Esta Edad se caracteriza por una serie de períodos fríos, entre los cuales se intercalan otros cálidos denominados interglaciares, cuya duración, causas y número no han sido precisados aún en absoluto. Durante los períodos glaciares las nieves y los hielos cubren las altas montañas, bajando las lenguas glaciares hasta muy baja altitud. A su vez el casquete helado polar se prolongaba cubriendo todo el, norte de Europa hasta la Alemania central. Con este fenómeno climático coincidía una flora y una fauna árticas que se desplazaban hacia el sur. El buey almizclado y el reno pacían en Francia, por ejemplo, y restos de este último se pueden situar en España por la región cantábrica y en la provincia de Gerona.
Por el contrario, durante los períodos interglaciares, animales de clima cálido, como los hipopótamos, han vivido en el norte de Francia y sur de Inglaterra, al lado de una flora tropical que substituía a la polar y alpina predominante en las épocas glaciares. El número de estas etapas glaciares parece haberse fijado por los especialistas en cuatro: la Günziense, la Mindeliense, la Rissiense y la Würmiense, entre las cuales se colocan tres períodos interglaciares.
Juntamente con este movimiento de los glaciares se ha podido establecer un avance y un retroceso de los mares, representado por una regresión durante la glaciación y un avance en el período interglaciar, aunque sucesivamente fueron retirándose cada vez más las aguas, abandonando definitivamente el mar las playas altas antiguas. El mar siciliense parece que representa el período preglaciar Günziense. Al interglaciar Günz-Mindel corresponden las playas marinas milazzienses; al interglaciar Mindel-Riss, el período marino Tirreniense, y el pequeño período Grimaldiense cae dentro del inter-glaciar Riss-Würm, coincidiendo el retroceso marino flamenco con la época geológica actual, posterior a la última glaciación Würmiense. El siguiente cuadro dará idea del estado actual en que se sitúan todos estos fenómenos geológicos:
I.Final del Plioceno . . . . . . . . . . . . .. . . .Transgresión marítima del Siciliense.
Glaciación de Günz . . . . . . . . . . . . . Regresión marítima Günziense.


II.Período interglaciar Günz-Mindel . . . . . Transgresión marítima Milazziense.
Glaciación de Mindel. . . . . . . . . . . . Regresión marítima Mindeliense.


III.Período interglaciar Mindel-Riss . . . . . . Transgresión marítima Tirreniense.
Glaciación de Riss. . .. . . . . . . . . . Regresión marítima Rissiense.


IV.Período interglaciar Riss-Würm. . . . . . Transgresión marítima Grimaldiense.
Glaciación de Würm. . . . . . . . . . . . Regresión marítima Würmiense.
Optimum climatérico actual. . . . . . . .Transgresión Flamenca
Es difícil, y en el estado actual de la investigación casi imposible, el establecer un paralelo seguro entre la época diluvial fuera de Europa y los períodos de nuestra época glacial anteriormente expuestos. Parece ser, que en los trópicos, los grandes períodos, fluviales que estudiaremos a continuación, al tratar de la Geología del Sáhara, corresponden a las épocas glaciares de Europa, las cuales se opina han coincidido con las señaladas en América del Norte. Sin embargo, no es fácil precisar una identidad de duración dentro de una misma cronología absoluta, conforme también parece ser que en la Europa continental, hacia el este, ha tenido el fenómeno glaciar una intensidad y continuidad posiblemente distinta a la que podemos hoy señalar, con ciertas garantías científicas, en Europa central y occidental.
La complejidad de todo este fenómeno glaciar permite que por diversos especialistas se haya re-visado últimamente esta sucesión de períodos marítimos y glaciares, y con más dificultad las sincrónicas formaciones de las terrazas fluviales, no siendo pocos los que sostienen una sola glaciación y continuo retroceso marítimo con paradas, adelantos y retrocesos. En cuanto a los avances y retrocesos del mar, J. Bourcart, ha mantenido dos grandes regresiones, que él llama: 1, regresión Romana, en la cual se incluyen todos los fenómenos atribuidos al mar siciliense y milazziense, y 11, regresión Grimaldiense, que abarca el Grimaldiense, que antes de los trabajos de J. Bourcart se llamó Monastirierise, y la regresión Würmiense.
Lo mismo se ha discutido, sin grandes seguridades a nuestro juicio, el problema de la duración de estos largos períodos, reflejándose en los cálculos las teorías astronómicas mantenidas como causas de todos estos fenómenos.
Köppen fué el primero en descubrir la coincidencia del clima en la época glaciar, con la curva de irradiación solar, como consecuencia de la excentricidad de la órbita de la tierra, del perihelio y de la inclinación de la elíptica. Tras él, Soergel y Eberl han perfeccionado este paralelismo astronómico con los' fenómenos geológicos. El mínimo de la curva de irradiación corresponde a las épocas glaciares, que son las cuatro conocidas, y los tres períodos interglaciares representan el máximo de esta irradiación. Incluso han intentado dar una cronología absoluta a los hallazgos fósiles, pretendiendo que las especies de animales, y también humanas, de formas primitivas, más o menos desarrolladas durante la Edad Cuaternaria, podrían ser adscritas a la curva de irradiación, ya que ella ha podido influir absolutamente en todos los factores externos.
Parece ser que en relación a la variación de la distancia de la tierra al sol y la precesión de los equinoccios se puedan establecer períodos de veintiún mil años, de los cuales la segunda parte del ciclo serían fríos y la primera cálidos. En este fenómeno han insistido recientemente Lyell y Croll. Milankowitch ha tratado de establecer, basándose en los trabajos citados, ciclos de duración de noventa y dos mil años, para explicar las variaciones irregulares debidas a la excentricidad de la órbita de la tierra; de veintiséis mil años, para la regresión de los equinoccios; de veintiún mil, para la rotación de los ápsides, que combina con la precesión de los equinoccios; de la variación de la elíptica se establecen cielos de cuarenta mil años.
A base de tales cálculos astronómicos, ha establecido Milankowitch curvas de las variaciones del clima a través de los últimos seiscientos cincuenta mil años. Como todos estos fenómenos expuestos han podido ser causas diferentes y simultáneas, y los cálculos matemáticos que la Astronomía nos proporciona son sólo probables, se comprenderá cuán difícil es establecer la duración del Cuaternario en general, y mas aún la de cada uno de los períodos glaciares e interglaciares que lo constituyen. Sin embargo, no se puede negar que tenemos posibilidades científicas para datar aproximadamente los hallazgos y calcular la duración de la Edad Cuaternaria, en la cual vemos vivir al primer hombre sobre la tierra.
No podemos analizar aquí las causas que produjeron esos fenómenos astronómicos, al lado de los cuales figuran otros físicos, como los movimientos polares, las leyes estáticas de compensación de las masas terrestres, causas derivadas del sol, del movimiento de rotación de la tierra alrededor de su eje, de la forma elíptica de su círculo de rotación alrededor del sol, etc. Unas y otras han sido supervaloradas según los autores, y a tales causas se deben añadir otras físicas derivadas de ellas que influirían notoriamente en la evolución del clima. Una de estas causas derivadas, pero de notable influencia, sería, por ejemplo, la desviación de las corrientes marítimas frías y cálidas; otra de estas causas secundarias sería la mayor o menor humedad del ambiente, que hizo reinar primero una etapa húmeda, y luego otra fría en todos los períodos glaciares e interglaciares.
Resulta excusado decir que la influencia de tales variaciones climáticas llevaban consigo un cambio de flora y fauna, fundamentales a su vez para la vida del hombre cazador de aquellos tiempos.
Lo mismo que Europa, sufrió el continente africano fuertes alteraciones climáticas durante el período Cuaternario, que influyeron notablemente en la vida del hombre y de los animales y plantas. Tal vez la estampa de aquel continente debió tener más acusados cambios que Europa misma, aunque la investigación geológica y arqueológica no haya llegado en África a tan seguras conclusiones. Sobre este problema, los estudios de Wayland, Ni1sson y Leakey, entre otros, han probado la existencia en África ecuatorial de períodos húmedos de una mayor pluviosidad que otros. A todos estos autores debemos un intento de comparar estos períodos húmedos y secos, sobre todo bien señalados en el, África oriental, con los períodos glaciares e interglaciares europeos. Leakey ha señalado la existencia en el Kenya, de dos períodos pluviales y dos episodios húmedos menos importantes; los denomina, por orden de antigüedad, Kamasiense, Gambliense, Nakurense. Según él, todos estos períodos llevan consigo ya industrias humanas, a partir de los cortes del Kamasiense en Oldoway, donde se recogen los útiles de una industria llamada Oldowayense, semejante al Prechelense europeo, al cual Leakey quiere compararla también cronológicamente.
En el Uganda, Wayland ha establecido dos períodos pluviales: I y II, pero resulta que su período pluvial I es anterior al Kamasiense superior, es decir, prehumano. Las críticas hechas a las tesis de estos autores han sido muy fuertes y parece ser, según O'Brien, que los fenómenos y formaciones geológicas del Pleistoceno en el África tropical no son el resultado de períodos muy largos y húmedos que se puedan comparar a los períodos glaciares de Europa. Desde el punto de vista climatológico, toda correlación exacta es imposible, y la Arqueología ofrece una base común, pero de cronología aun muy dudosa.
Ahora bien, de todos estos estudios se ve claro al menos la existencia de variaciones climáticas que han podido influir en los territorios hoy desérticos de más al norte del África Central, zona en la actualidad ocupada por el Sáhara y otros desiertos, y donde con toda seguridad hemos de admitir unos cambios climáticos aun difíciles de sincronizar con los períodos glaciares europeos y con los períodos pluviales que ofrecen los territorios de más al sur. Para precisar, en general, los períodos de mayor o menor pluviosidad del desierto del Sáhara, es preciso tener en cuenta los metódicos trabajos realizados a base de los cambios de nivel de las aguas de los lagos interiores del desierto, sobre todo en el Fayum y oasis de Kharga, al oeste del valle del Nilo, tan bien estudiados por S. A. Huzayyin,  quien ha intentado establecer una correlación entre los períodos glaciares europeos y los pluviales de África.
Sincronizar estos resultados con los vestigios de glaciaciones conservados en las cimas del Atlas, con los movimientos de las costas y con el florecimiento sucesivo de las culturas descubiertas por la Prehistoria, es tarea muy difícil de realizar todavía, y será preciso esperar más hallazgos.
Huzayyin, en su intento de ofrecer una correlación del conjunto de cambios climáticos del cuaternario del norte de África y Europa, ha establecido tres zonas : la septentrional, que corresponde al norte de Eurasia y las cordilleras Alpinas; la zona media, que abarca las zonas hoy desérticas en torno a la línea del Sáhara, y la zona ecuatorial, que abarca los países inmediatos al ecuador.
En la zona norte hay que distinguir, a partir de nosotros, hacia etapas más antiguas, ocho períodos : 1º, óptimo climático postglaciar; 2º, Glaciación tardía; época de la licuación de los glaciares; 3º, Última glaciación Würmiense; 4º, último interglaciar con un episodio frío hacia el final de este glaciar equivalente al Riss-Würm; 5º, Preúltima glaciación (Rissiense); 6º, Primer interglaciar Mindel-Riss; 7º, Primera glaciación equivalente al Mindeliense; 8º, Período preglaciar con una fase de enfriamiento correspondiente al Günziense de los Alpes. Abarcaría, por lo tanto, desde el período de tránsito del Terciario a la glaciación Günziense y al interglaciar Günz-Mindel. Es decir, viene a unir varios de los fenómenos glaciares que nosotros hemos expuesto por separado, tesis, por otra parte, poco nueva, y que aquí no es necesario señalar.
Nos interesan más las variaciones climáticas propias de la zona media. Allí este autor distingue: 1ª, Fase pluvial neolítica (hacia mediados del siglo VI hasta el milenio tercero de nuestra era); 2º, Fase postpluvial, que fué poco a poco siendo más seca, alcanzando el máximum de sequedad durante el Paleolítico superior tardío, o sea cuando se desarrollan las industrias capsienses; 3º, Fase pluvial, con dos máximos en el Sáhara y uno solo en las zonas algo más favorecidas por las lluvias; esta etapa alcanzó al desarrollo del Musteriense y otras industrias del Paleolítico medio norteafricano; 4º, Fase interpluvial única, bastante corta, pero muy seca, con actividad orogénica y volcánica; 5º, Primera fase pluviosa muy larga, cálida y también muy seca hacia su mitad, correspondiente al primer interglaciar de la zona septentrional, o sea Europa; 6º, Período prepluvial, caracterizado por un enfriamiento relativo, creciendo y aumentando progresivamente la pluviosidad.
En la zona ecuatorial las condiciones generales de variación fueron análogas a las de la zona media o Sahariana. Así, el Karnasiense del África oriental sería paralelo a la primera fase pluvial, cuya duración alcanza todo el primer período glaciar, el primer interglaciar y parte del segundo glaciar. El Gambliense le corresponde a la segunda glaciación, y el Gambliense II, al final de esta misma fase glaciar. El Makaliense corresponde al óptimo climático postglaciar y comienzo de la época climática actual. Es la época del Capsiense superior del África oriental (Cultura Elmenteitiense) y probablemente del Neolítico de tradición capsiense del norte de África. Vaufrey ha querido bajar la duración de esta etapa hasta el año 1.000 a. de J. C., en tanto que Huzayyin la colocaba entre el 6.000 y el 3.000 a. de J. C., por razones que ya expondremos al tratar de la, cronología del Neolítico del norte de África en el capítulo correspondiente.
Las causas de todos estos fenómenos Huzayyin cree hallarlas en los contrastes barométricos ocasionados durante las progresiones glaciares, que hacen bajar más hacia el sur los vientos húmedos que siguen hoy la llanura europea, coincidiendo, por lo tanto, las fases glaciares de la zona septentrional con las fases húmedas de la zona media. Sin embargo, el influjo de las zonas ciclónicas y de los monzones también debe ser tenido en cuenta, no siendo claro en absoluto el sincronismo cronológico de estos fenómenos, ya que todo cambio se realiza en la naturaleza, sin contraste, y los milenios, que podemos contar ya con alguna exactitud en las fases finales, nos muestran una perdurabilidad de los fenómenos que tal vez han sido aún más lentos en las transiciones más antiguas.
Tales conclusiones obtenidas por Huzayyin han aprovechado, en lo que se refiere al África, las investigaciones de las prehistoriadoras Miss G. Caton Thompson y Miss E. W. Gardner.
A base sobre todo de los cambios de niveles de Birket el Kerun, en el lago del Fayum, en relación con el nivel actual del mar, han establecido un gráfico de pluvio sidad según el cual durante el Musteriense y Levalloisiense, después de una gran pluviosidad, poco a poco se fué retirando la humedad, hasta descender las aguas de] lago por debajo del nivel del mar. Esta etapa de sequía correspondería al desarrollo del Capsiense; luego, retornan los períodos de lluvias, en que todo el desierto pudo gozar de una humedad abundante que permitiría el desarrollo de las culturas del Capsiense final, del Neolítico y del período protodinástico.
Después de la cuarta dinastía egipcia, el nivel de las aguas del lago desciende más y más a lo largo de la época histórica.
Los resultados del Fayum se han completado con otras investigaciones realizadas en el Oasis de Kharga y otros lugares más al oeste.
Th. Monod cree que es posible distinguir en la extensión ocupada por los lagos saharianos dos crecimientos máximos separados por una fase de sequía. Las industrias antiguas parecen jalonar los bordes del primer máximum de las aguas. Luego se ven los vestigios de la época Neolítica bordeando el segundo nivel, donde hallamos los restos de su utillaje de piedra con arpones y anzuelos y los detritus de sus pescas de Latex y Siluros.
Sin embargo, quedará siempre problemático cuando terminó esta desertización o avanzó hasta el punto de extinguir el florecimiento de estas culturas, no superadas por otras hasta época histórica. Igualmente es muy difícil establecer sincronismos seguros con Europa, pues los hallazgos norteafricanos no tienen aún bastantes interconexiones y paralelismos en nuestras culturas europeas.
En nuestra opinión, gran parte de la desertización se ha realizado en época reciente. La fecha expuesta por Huzayyin, de la cuarta dinastía, para iniciar la desecación del Fayum, puede ser válida para todo el Sáhara. Allí es seguro que hacia el año 5000 a. de J. C. la agricultura neolítica florecía en la terraza de 10 m. de altura que bordea el lago situado hoy en día en pleno desierto.
En toda una serie de poblados pertenecientes al Neolítico de tradición capsiense del Sáhara, en Asselar, Azaua y otros, como el Yaua al norte del lago Fitri o los de Tanezruf (Sáhara sudanés),(12) entre los restos de cocina y útiles industriales, aparece una fauna bastante abundante de peces, reptiles y rnamíferos, que citaremos aquí brevemente para dar idea del cambio climático sufrido por aquel país, pues hoy tales animales no se encuentran en el desierto, como el pez siluro (Clarias), que abunda en el Nilo, el Latex, la tortuga fluvial (Trionyx), cocodrilos, hipopótamos, que necesitan abundancia de agua, un antílope de parajes pantanosos; el limnotrago o sitatunga, que vive hoy en el centro de África, adaptado a los limos de los lugares con aguas cenagosas abundantes; un gasterópodo terrestre (Limicolaria Chudeani), que vive de la flora acuática tropical, también aparecen entre los restos de la fauna sahariense neolítica un Phacochero, el elefante africano, el rinoceronte, las jirafas, ciervo, antílopes, bóvidos, el Tejón, (Mellivora) y una rata, acuática (Thrionomys). Paralelamente a la persistencia de la fauna neolítica sahariense, se ve han perdurado hasta tiempos recientes algunos elementos vegetales, como el ciprés (Cupresus Duprezianus), que aun ha durado en el Hoggar y en el Adjer con el nombre de tarut hasta nuestros días. También en el Auker, cuyos yacimientos se sitúan a ioo Km. al sudeste de Tichit, Hubert, Laforgue y Vanelsche, aun se pudieron calentar con ramas de gruesos árboles desaparecidos y cubiertos por las arenas del desierto.
También en Egipto, durante el Badariense, desarrollado al fin del iv milenio antes de J. C., se utilizaban gruesos árboles en la construcción de las ciudades emplazadas hoy día lejos del agua, ya en los bordes del desierto arábigo, y en Armant, villa del período antiguo predinástico, todavía crecía un sicómoro.
Los estudios realizados por E. F. Gautier, Pellegrin y otros han situado algunos restos actuales de aquella abundante fauna que vivió en todo el Sáhara durante el Neolítico, gracias a una mayor pluviosidad poco a poco extinguida.
Aun en el Tibesti, el coronel Tilho ha señalado la persistencia de cocodrilos en pequeños estanques bordeados de cañaverales También aparecen en Alinet, al noroeste de Hoggar, y en las aguadas del río Ihmiru, donde Th. Monod ha situado numerosos grabados rupestres. En el río Iherir todavía mató uno el general Nieger, y Monod cita aún hoy día la existencia de cocodrilos en la región de Tassili de los Adjers. En los sitios con agua del citado tío Iherir y del río Djerat en Tassili de los Adjers, todavía viven barbos y siluros que aparecen también en los manantiales artesianos del río Rhir (Tolga), como reliquias fósiles del río Igharghar. Lo mismo la serpiente naja de los encantadores indígenas norteafricanos es también un resto de la fauna tropical del pasado del Sáhara, aun existente en los montes de Figuig, en el Saura, en Gumara y en Biskra.
Así es muy inseguro precisar cuándo fué haciéndose inhabitable el desierto. Las fuentes clásicas nos aseguran una población relativamente floreciente en los tiempos de Grecia y Roma. Los Garamantes, sus esmeraldas, sus bueyes, el triunfo de Cornelio Balbo, la expedición de Septimio Flaco y de julio Materno nos inducen a creer en una vida aun bastante densa y activa en aquellos territorios. Seguramente que la "lepra" del desierto iría avanzando, pero en los alrededores de los lagos interiores y en los bordes de los ríos aun con agua corriente debían vivir numerosos pueblos, sin el apoyo del animal básico hoy del desierto, el camello. La no existencia del camello puede admitirse, pues jamás aparece en los yacimientos, ni es citado por los autores clásicos que nos han dejado a veces minuciosas noticias sobre aquellas regiones. Kilian ha insistido, y creemos que con razón, en que la desertización se ha realizado en gran parte en época histórica.

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