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                        LAS ERAS GEOLOGICAS DE LA TIERRA

 EL  ORIGEN DE LA HUMANIDAD Y PROCESO DE HOMINIZACION - HOMINIDOS

lunes, 3 de enero de 2011

El norte de África durante el Cuaternario

El norte de África durante el Cuaternario

Lo mismo que Europa, sufrió el continente africano fuertes alteraciones climáticas durante el período Cuaternario, que influyeron notablemente en la vida del hombre y de los animales y plantas. Tal vez la estampa de aquel continente debió tener más acusados cambios que Europa misma, aunque la investigación geológica y arqueológica no haya llegado en África a tan seguras conclusiones. Sobre este problema, los estudios de Wayland, Ni1sson y Leakey,(7)entre otros, han probado la existencia en África ecuatorial de períodos húmedos de una mayor pluviosidad que otros. A todos estos autores debemos un intento de comparar estos períodos húmedos y secos, sobre todo bien señalados en el, África oriental, con los períodos glaciares e interglaciares europeos. Leakey ha señalado la existencia en el Kenya, de dos períodos pluviales y dos episodios húmedos menos importantes; los denomina, por orden de antigüedad, Kamasiense, Gambliense, Nakurense. Según él, todos estos períodos llevan consigo ya industrias humanas, a partir de los cortes del Kamasiense en Oldoway, donde se recogen los útiles de una industria llamada Oldowayense, semejante al Prechelense europeo, al cual Leakey quiere compararla también cronológicamente.
En el Uganda, Wayland ha establecido dos períodos pluviales: I y II, pero resulta que su período pluvial I es anterior al Kamasiense superior, es decir, prehumano. Las críticas hechas a las tesis de estos autores han sido muy fuertes y parece ser, según O'Brien, que los fenómenos y formaciones geológicas del Pleistoceno en el África tropical no son el resultado de períodos muy largos y húmedos que se puedan comparar a los períodos glaciares de Europa.(8) Desde el punto de vista climatológico, toda correlación exacta es imposible, y la Arqueología ofrece una base común, pero de cronología aun muy dudosa.

Ahora bien, de todos estos estudios se ve claro al menos la existencia de variaciones climáticas que han podido influir en los territorios hoy desérticos de más al norte del África Central, zona en la actualidad ocupada por el Sáhara y otros desiertos, y donde con toda seguridad hemos de admitir unos cambios climáticos aun difíciles de sincronizar con los períodos glaciares europeos y con los períodos pluviales que ofrecen los territorios de más al sur. Para precisar, en general, los períodos de mayor o menor pluviosidad del desierto del Sáhara, es preciso tener en cuenta los metódicos trabajos realizados a base de los cambios de nivel de las aguas de los lagos interiores del desierto, sobre todo en el Fayum y oasis de Kharga, al oeste del valle del Nilo, tan bien estudiados por S. A. Huzayyin, (9) quien ha intentado establecer una correlación entre los períodos glaciares europeos y los pluviales de África.
Sincronizar estos resultados con los vestigios de glaciaciones conservados en las cimas del Atlas, con los movimientos de las costas y con el florecimiento sucesivo de las culturas descubiertas por la Prehistoria, es tarea muy difícil de realizar todavía, y será preciso esperar más hallazgos.
Huzayyin, en su intento de ofrecer una correlación del conjunto de cambios climáticos del cuaternario del norte de África y Europa, ha establecido tres zonas : la septentrional, que corresponde al norte de Eurasia y las cordilleras Alpinas; la zona media, que abarca las zonas hoy desérticas en torno a la línea del Sáhara, y la zona ecuatorial, que abarca los países inmediatos al ecuador.
En la zona norte hay que distinguir, a partir de nosotros, hacia etapas más antiguas, ocho períodos : 1º, óptimo climático postglaciar; 2º, Glaciación tardía; época de la licuación de los glaciares; 3º, Última glaciación Würmiense; 4º, último interglaciar con un episodio frío hacia el final de este glaciar equivalente al Riss-Würm; 5º, Preúltima glaciación (Rissiense); 6º, Primer interglaciar Mindel-Riss; 7º, Primera glaciación equivalente al Mindeliense; 8º, Período preglaciar con una fase de enfriamiento correspondiente al Günziense de los Alpes. Abarcaría, por lo tanto, desde el período de tránsito del Terciario a la glaciación Günziense y al interglaciar Günz-Mindel. Es decir, viene a unir varios de los fenómenos glaciares que nosotros hemos expuesto por separado, tesis, por otra parte, poco nueva, y que aquí no es necesario señalar.
Nos interesan más las variaciones climáticas propias de la zona media. Allí este autor distingue: 1ª, Fase pluvial neolítica (hacia mediados del siglo VI hasta el milenio tercero de nuestra era); 2º, Fase postpluvial, que fué poco a poco siendo más seca, alcanzando el máximum de sequedad durante el Paleolítico superior tardío, o sea cuando se desarrollan las industrias capsienses; 3º, Fase pluvial, con dos máximos en el Sáhara y uno solo en las zonas algo más favorecidas por las lluvias; esta etapa alcanzó al desarrollo del Musteriense y otras industrias del Paleolítico medio norteafricano; 4º, Fase interpluvial única, bastante corta, pero muy seca, con actividad orogénica y volcánica; 5º, Primera fase pluviosa muy larga, cálida y también muy seca hacia su mitad, correspondiente al primer interglaciar de la zona septentrional, o sea Europa; 6º, Período prepluvial, caracterizado por un enfriamiento relativo, creciendo y aumentando progresivamente la pluviosidad.

En la zona ecuatorial las condiciones generales de variación fueron análogas a las de la zona media o Sahariana. Así, el Karnasiense del África oriental sería paralelo a la primera fase pluvial, cuya duración alcanza todo el primer período glaciar, el primer interglaciar y parte del segundo glaciar. El Gambliense le corresponde a la segunda glaciación, y el Gambliense II, al final de esta misma fase glaciar. 
El Makaliense corresponde al óptimo climático postglaciar y comienzo de la época climática actual. Es la época del Capsiense superior del África oriental (Cultura Elmenteitiense) y probablemente del Neolítico de tradición capsiense del norte de África. Vaufrey ha querido bajar la duración de esta etapa hasta el año 1.000 a. de J. C., en tanto que Huzayyin la colocaba entre el 6.000 y el 3.000 a. de J. C., por razones que ya expondremos al tratar de la, cronología del Neolítico del norte de África en el capítulo correspondiente.
Las causas de todos estos fenómenos Huzayyin cree hallarlas en los contrastes barométricos ocasionados durante las progresiones glaciares, que hacen bajar más hacia el sur los vientos húmedos que siguen hoy la llanura europea, coincidiendo, por lo tanto, las fases glaciares de la zona septentrional con las fases húmedas de la zona media. Sin embargo, el influjo de las zonas ciclónicas y de los monzones también debe ser tenido en cuenta, no siendo claro en absoluto el sincronismo cronológico de estos fenómenos, ya que todo cambio se realiza en la naturaleza, sin contraste, y los milenios, que podemos contar ya con alguna exactitud en las fases finales, nos muestran una perdurabilidad de los fenómenos que tal vez han sido aún más lentos en las transiciones más antiguas.
Tales conclusiones obtenidas por Huzayyin han aprovechado, en lo que se refiere al África, las investigaciones de las prehistoriadoras Miss G. Caton Thompson y Miss E. W. Gardner.(10)
A base sobre todo de los cambios de niveles de Birket el Kerun, en el lago del Fayum, en relación con el nivel actual del mar, han establecido un gráfico de pluviosidad según el cual durante el Musteriense y Levalloisiense, después de una gran pluviosidad, poco a poco se fué retirando la humedad, hasta descender las aguas de] lago por debajo del nivel del mar. Esta etapa de sequía correspondería al desarrollo del Capsiense; luego, retornan los períodos de lluvias, en que todo el desierto pudo gozar de una humedad abundante que permitiría el desarrollo de las culturas del Capsiense final, del Neolítico y del período protodinástico. fig. 1

Después de la cuarta dinastía egipcia, el nivel de las aguas del lago desciende más y más a lo largo de la época histórica (figura 1).
Los resultados del Fayum se han completado con otras investigaciones realizadas en el Oasis de Kharga y otros lugares más al oeste.
Th. Monod(11) cree que es posible distinguir en la extensión ocupada por los lagos saharianos dos crecimientos máximos separados por una fase de sequía. Las industrias antiguas parecen jalonar los bordes del primer máximum de las aguas. Luego se ven los vestigios de la época Neolítica bordeando el segundo nivel, donde hallamos los restos de su utillaje de piedra con arpones y anzuelos y los detritus de sus pescas de Latex y Siluros.
Sin embargo, quedará siempre problemático cuando terminó esta desertización o avanzó hasta el punto de extinguir el florecimiento de estas culturas, no superadas por otras hasta época histórica. Igualmente es muy difícil establecer sincronismos seguros con Europa, pues los hallazgos norteafricanos no tienen aún bastantes interconexiones y paralelismos en nuestras culturas europeas.
En nuestra opinión, gran parte de la desertización se ha realizado en época reciente. La fecha expuesta por Huzayyin, de la cuarta dinastía, para iniciar la desecación del Fayum, puede ser válida para todo el Sáhara. Allí es seguro que hacia el año 5000 a. de J. C. la agricultura neolítica florecía en la terraza de 10 m. de altura que bordea el lago situado hoy en día en pleno desierto.
En toda una serie de poblados pertenecientes al Neolítico de tradición capsiense del Sáhara, en Asselar, Azaua y otros, como el Yaua al norte del lago Fitri o los de Tanezruf (Sáhara sudanés),(12) entre los restos de cocina y útiles industriales, aparece una fauna bastante abundante de peces, reptiles y rnamíferos, que citaremos aquí brevemente para dar idea del cambio climático sufrido por aquel país, pues hoy tales animales no se encuentran en el desierto, como el pez siluro (Clarias), que abunda en el Nilo, el Latex, la tortuga fluvial (Trionyx), cocodrilos, hipopótamos, que necesitan abundancia de agua, un antílope de parajes pantanosos; el limnotrago o sitatunga, que vive hoy en el centro de África, adaptado a los limos de los lugares con aguas cenagosas abundantes; un gasterópodo terrestre (Limicolaria Chudeani), que vive de la flora acuática tropical, también aparecen entre los restos de la fauna sahariense neolítica un Phacochero, el elefante africano, el rinoceronte, las jirafas, ciervo, antílopes, bóvidos, el Tejón, (Mellivora) y una rata, acuática (Thrionomys). Paralelamente a la persistencia de la fauna neolítica sahariense, se ve han perdurado hasta tiempos recientes algunos elementos vegetales, como el ciprés (Cupresus Duprezianus), que aun ha durado en el Hoggar y en el Adjer con el nombre de tarut hasta nuestros días. También en el Auker, cuyos yacimientos se sitúan a ioo Km. al sudeste de Tichit, Hubert, Laforgue y Vanelsche, (13) aun se pudieron calentar con ramas de gruesos árboles desaparecidos y cubiertos por las arenas del desierto.
También en Egipto, durante el Badariense, desarrollado al fin del iv milenio antes de J. C., se utilizaban gruesos árboles en la construcción de las ciudades emplazadas hoy día lejos del agua, ya en los bordes del desierto arábigo, y en Armant, villa del período antiguo predinástico, todavía crecía un sicómoro.(14)
Los estudios realizados por E. F. Gautier, Pellegrin y otros (15) han situado algunos restos actuales de aquella abundante fauna que vivió en todo el Sáhara durante el Neolítico, gracias a una mayor pluviosidad poco a poco extinguida.
Aun en el Tibesti, el coronel Tilho ha señalado la persistencia de cocodrilos en pequeños estanques bordeados de cañaverales También aparecen en Alinet, al noroeste de Hoggar, y en las aguadas del río Ihmiru, donde Th. Monod ha situado numerosos grabados rupestres. En el río Iherir todavía mató uno el general Nieger, y Monod cita aún hoy día la existencia de cocodrilos en la región de Tassili de los Adjers. En los sitios con agua del citado tío Iherir y del río Djerat en Tassili de los Adjers, todavía viven barbos y siluros que aparecen también en los manantiales artesianos del río Rhir (Tolga), como reliquias fósiles del río Igharghar. Lo mismo la serpiente naja de los encantadores indígenas norteafricanos es también un resto de la fauna tropical del pasado del Sáhara, aun existente en los montes de Figuig, en el Saura, en Gumara y en Biskra.
Así es muy inseguro precisar cuándo fué haciéndose inhabitable el desierto. Las fuentes clásicas nos aseguran una población relativamente floreciente en los tiempos de Grecia y Roma. Los Garamantes, sus esmeraldas, sus bueyes, el triunfo de Cornelio Balbo, la expedición de Septimio Flaco y de julio Materno nos inducen a creer en una vida aun bastante densa y activa en aquellos territorios. Seguramente que la "lepra" del desierto iría avanzando, pero en los alrededores de los lagos interiores y en los bordes de los ríos aun con agua corriente debían vivir numerosos pueblos, sin el apoyo del animal básico hoy del desierto, el camello. La no existencia del camello puede admitirse, pues jamás aparece en los yacimientos, ni es citado por los autores clásicos que nos han dejado a veces minuciosas noticias sobre aquellas regiones. Kilian ha insistido, y creemos que con razón, en que la desertización se ha realizado en gran parte en época histórica.(16)

El Cuaternario del África occidental española

En cuanto al Sáhara Español, los estudios geológicos, sobre todo los referentes a esta época Cuaternaria, contemporánea a la vida del hombre sobre la tierra, están sólo iniciados, principalmente por E. y F. Hernández-Pacheco y Alía Medina. (17)
Este último autor ha expuesto un ensayo sobre la evolución de nuestros territorios durante el Cuaternario, principalmente a base de sus observaciones en las terrazas fluviales del norte (ríos Dráa y Xebica) y en las dunas fosilizadas del Aguerguer. Queremos brevemente resumir aquí los puntos de vista de Alía Medina. La más antigua formación cuaternaria corresponde a la llamada por él terraza marina alta. Se formaría después de la cobertura o plataforma miopliocénica, a la cual corresponden todas aquellas extensas llanuras litorales del Sáhara Español. Entonces la costa sufre un levantamiento general, iniciándose, en las tierras emergidas sobre el mar, claros fenómenos de erosión, y se forman las terrazas fluviales de 60-65 m. del Dráa y del Xebica. No se poseen aún datos sobre la época de este período ni sobre las condiciones climáticas, fauna y flora del país. El citado autor indica que todo esto acaecería antes del Tirreniense, y que el clima sería de tipo subpluvial para las regiones septentrionales y subdesértico para las que se extienden en nuestro territorio al sur de la depresión de la Saguía el Hamra (fig. 2 A).

Un segundo momento estaría caracterizado por una etapa climática árida de sequedad y vientos que darían lugar a la formación de los campos de dunas del Aguerguer, que fosilizan la topografía anterior. Entonces debió reinar un clima subdesértico en las zonas septentrionales y desértico en las meridionales, correspondiendo tal etapa en el Sáhara el período interglaciar Riss-Würm, de Europa (fig. 2 B).
En un tercer período se han formado la terraza media de 25-35 M. y el acantilado costero, que este autor divide en dos partes. En la primera, se inicia un ligero movimiento de emersión, mientras debió reinar un clima de transición del período anterior a la fase húmeda siguiente, fosilizándose las arenas dunares y formándose la costra caliza más antigua que engarza conchas de Helix Gruveli Germain.
fig.2
En la segunda fase de este período el levantamiento costero se hace más enérgico, formándose el fuerte acantilado costero, reinando, además, un clima más pluvioso, realizándose entonces los primeros surcos de erosión de las aguas en las areniscas dunares del Aguerguer. Ahora debió reinar un clima subdesértico en las zonas meridionales y subpluvial en las septentrionales, correspondiendo cronológicamente este período al final de la última glaciación Würmiense en Europa hasta la base de los tiempos neolíticos (fig. 2 C).
El cuarto período ha formado la terraza baja de 4 m sobre el curso de los ríos y de la playa de base de nuestro territorio, caracterizándose por la progresiva desertización actual, coincidiendo con un ligero levantamiento de las tierras, habiéndose ampliado los surcos de erosión, realizados por las aguas, en los períodos anteriores, a consecuencia de la acción de los vientos alisios hoy reinantes (fig. 2 D).
El establecimiento de estos cuatro períodos en el Cuaternario del Sáhara occidental no es sino un avance. Falta situar en ellos las diferentes industrias líticas que sabemos allí han reinado desde los orígenes del Cuaternario, a juzgar por los hallazgos franceses, sobre todo de las playas de Casablanca. Sólo entonces será posible establecer correlaciones más firmes con Europa en cuanto a posibles sincronismos de estos fenómenos, problema éste aun poco claro, como se ve al estudiar los trabajos ya reseñados sobre los períodos pluviales que se distinguen en los trópicos.
Tampoco sabemos gran cosa sobre la época en que se ha realizado la actual desertización del Sáhara Español. Los estudios paletnológicos deben ser completados por otros paleontológicos y paleobotánicos. Nada sabemos del lago de Tisquerrenz, al norte de nuestra zona, cuya fauna sería de gran interés conocer, y que solo por referencias sabemos existe con cierta abundancia, sin que nadie la haya estudiado hasta la fecha, Su estudio podría ampliar cuanto hemos dicho de otros lugares semejantes del Sáhara. Lo mismo quedan en varios lugares restos de plantas arbóreas aun por estudiar, en relación con las variaciones climáticas. De nuestras observaciones, meramente superficiales al atravesar el país y a base de las noticias recogidas referentes a tiempos históricos, nosotros creemos poder asegurar un continuo avance de la desertización, a juzgar por el ambiente físico y humano del país, según indican los documentos escritos, los cuales comienzan a reflejarnos la vida del desierto occidental desde el siglo XV a la época actual.

Es cosa segura que los árabes recorrieron el Sáhara en una época en que el desierto no era tan árido y en que los medios humanos de subsistencia debían ser mayores que hoy. La introducción del camello ha permitido subsistir en nuestros días una población exigua muy transformada ya por la fuerte semitización cultural y étnica, y que muy poco tiene que ver con los cazadores y agricultores del Neolítico de tradición capsiense, cultura que debió perdurar, hasta tiempos, muy recientes, en las regiones del interior, las más alejadas de las corrientes culturales históricas, las cuales sólo han podido influir siempre de una manera eficaz y directa los países costeros mediterráneos del África del norte.

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